jueves, 5 de abril de 2018

OS ROGAMOS EN NOMBRE DE CRISTO; ¡RECONCILIAOS CON DIOS!



Durante muchos años busqué la fórmula de la comunión con Dios, la estrategia perfecta, es decir, la sucesión de pasos y etapas que me trajeran el mismo resultado siempre y de manera segura. Busqué y leí respecto a cómo debía orar, y cuando digo cómo, me refiero a los pasos exactos que debía seguir en una oración; cómo leer la Biblia, qué notar primero y qué después; busqué a su vez cómo saber la voluntad de Dios; cómo alabar a Dios, en fin, cómo ser un buen creyente. Después de largos 15 años desde que comencé a buscar a Dios he llegado a la, por una parte, decepcionante conclusión de que no existe formula alguna respecto a Dios. No hay nada que sirva como sistema al momento de relacionarse con el Señor, y es que las relaciones no poseen fórmulas porque se mueven por intenciones, estados de ánimo, emotividad, pensamientos, madurez, etc. No hay fórmula cristiana, no hay procedimiento seguro para el éxito. La verdad es que es iluso de nuestra parte esquematizar el vínculo con Dios, iluso y pecaminoso, ya que buscamos la satisfacción propia, buscamos el premio. Porque la formula implica dominio, ya que la fórmula es el valor esencial de la religión. La fórmula pretende generar resultados por la vía del esfuerzo humano. La fórmula es exitista y cuantitativa. La fórmula quita el alma del quehacer, mata el espíritu de las obras. La fórmula es principalmente pragmática y se dirige hacia los fines sin cuestionar los medios. Lo que es peor de todo, la fórmula da seguridad de acción, seguridad que no se sostiene en Dios, sino en nosotros, seguridad en el método, seguridad en las obras.


De ahí que me preocupan los programas probados. Las filosofías de trabajos. Los tres, cuatro o cinco pasos para el triunfo, especialmente en relación con la obra de Dios. No hay fórmula para el crecimiento, no hay fórmula para generar hombres espirituales, no hay fórmula para criar hijos piadosos, no hay fórmula alguna que reemplace la dependencia permanente de Dios, la espiritualidad continua, no hay fórmula que reemplace esa desesperación que reposa en Cristo. Toda fórmula evita el problema central de la cuestión; a saber, nuestra precariedad espiritual, nuestra falta de honestidad, nuestra apatía, nuestra falta de oración, nuestra poca comprensión del obrar de Dios, nuestra poca disposición de ánimo.

No hay fórmulas para la predicación evangélica, ni cuatro ni cinco leyes, ni oración modelo, ni pasos a seguir, ni camino romano, ni pulseras de colores, etc. que reemplacen el espíritu del mensaje del evangelio. Las abstracciones reducen la realidad compleja. Nos jactamos de ser bíblicos e interpretamos literalmente una serie de fragmentos de poco y complejo respaldo interpretativo; ejemplos de esto, “lo perfecto” (1ª Corintios 13:10), “hasta que él a su vez sea quitado de en medio…” (2ª Tesalonicenses 2:7), “abominación desoladora” (Daniel 11:31) “¿hay brecha o no hay brecha?” (Génesis 1:1-2), tal vez tú puedas agregar más a la lista, pero en la predicación del evangelio ¿dónde está la rigurosidad interpretativa, dónde la prolijidad de conceptos, dónde la exactitud del mensaje, dónde queda la Biblia en suma? ¿Qué es eso de aceptar a Cristo? ¿Qué es eso de recibir a Cristo? ¿Es el recibir a Cristo al que invitamos a los incrédulos igual que el recibieron del: “a lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron” (Juan 1:11)? ¿A quién no recibieron? ¿No aceptaron a Cristo o no recibieron como nación al Mesías prometido? Quienes recibieron ¿a quién recibieron y de qué modo lo recibieron (Juan 1:12)? ¿Recibieron y ya o recibieron al Mesías prometido, del que tenían noticia y esperanza por medio de las Escrituras? ¿Qué es eso de una oración modelo? ¿No es la oración la manifestación más sincera del hombre? ¿Qué modelo debió seguir Pedro al momento de hundirse en el agua para dar un grito desesperado ¡SEÑOR, SÁLVAME! (Mateo 14:30)? ¿Qué modelo debieron seguir quienes, convencidos de su pecado frente al mensaje de Pedro, se compungieron de corazón y dijeron “varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37)? ¿Qué fórmula utilizaron en Señor, Pedro o Pablo al momento de predicar?

Pablo dijo: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo…” (Romanos 5:20) y el modelo de embajador, a diferencia de lo que muchos señalan, no es nuestro modelo de diplomacia occidental moderna meramente representativo, sino un modelo imperial antiguo. El embajador daba las noticias de la invasión que se acercaba, señalaba el poderío del ejército al que representaba y rogaba por rendición a fin de evitar muertes y los costos propios de la guerra. “…como si Dios rogase por medio de nosotros, os rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!” (Ro 5:20). Dios, soberano de su imperio nos envía a la vanguardia a establecer condiciones de paz. El soberano no ruega, nosotros rogamos por él, el soberano ordena rendición; “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19), “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan, por cuanto ha establecido un día en el que juzgará al mundo con justicia…” (Hechos 17:30). Os rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! Esto no es fórmula, el clamor según el corazón de Dios.

No sé cuánto tiempo has dependido de tus sistemas y tus fórmulas, pero ¡déjalas ya! arrepiéntete de reemplazar la comunión fresca por los vanos procedimientos de la técnica, deja tus sistemas probados y enfréntate a los de Dios, los que tienen la garantía de ser espirituales, de nacer de su deseo. Después de todo "¿cuál es el fin supremo del hombre? El fin supremo del hombre es el de glorificar a Dios y gozarse en él para siempre" (Catecismo Menor de Westminster).
Selah

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