jueves, 5 de abril de 2018

¡OH, SI ÉL ME BESARA CON BESOS DE SU BOCA! PORQUE MEJORES SON TUS AMORES QUE EL VINO



No hay libro de la Escritura que refleje de mejor formar la relación de Cristo con su iglesia que el Cantar de los Cantares, en esto la mayor parte de la cristiandad estará de acuerdo conmigo. No obstante, pocos hoy se preguntan por la pertinencia de una interpretación del Cantar como analogía de la relación con Cristo. Por una parte enjuiciamos a Orígenes por su sistema alegórico de interpretación del texto olvidándonos de su trabajo de compilador. Condenamos mayormente a Filón de Alejandría por sus aberraciones respecto a la Divinidad y su ley de interpretación alegórica, sin el más mínimo asomo de análisis. Eso sí, sobre las interpretaciones de San Agustín callamos, miramos para el lado, especialmente de aquella tan hermosa y elocuente sobre la presencia de la iglesia en el nacimiento de Set en la Ciudad de Dios. Qué decir las de los teólogos medievales. Bernardo acusa de racionalistas a quienes no siguen la línea mística de lectura y, recién con los reformadores nos acercamos a una lectura histórico literalista del texto, hasta cierto punto. Durante largos periodos de tiempo el Cantar ha sido una gran alegoría de una experiencia sobrehumana con la Divinidad, para los judíos por su parte en vinculación con Jehová Dios, para los tiempos del sectarismo judío entre la sinagoga y Dios, para nuestra era entre Cristo y la Iglesia.


Las referencias que abren dicha lectura del Cantar comienzan en el s. VIII a.C. con la manifestación de la rosa de Sarón como símbolo mesiánico en Isaías (claramente un escrito tardío en relación con el Cantar s. X a.C.), por otro lado tenemos las declaraciones del mismo Isaías respecto a la viña y al Amado (cap. 5) y las alusiones del Cantar a las viñas en ciernes. Frente a esto, algunos dirán que, probablemente, la interpretación ya había sido instalada en los pasados 250 años. De Isaías en adelante son abundantes las declaraciones interpretativas de la relación amorosa como símil de vínculo con Dios hasta la imagen evangélica y paulina del matrimonio, sin embargo, no existe elemento alguno en el Cantar que nos permita dicha interpretación; si el Cantar fuese un texto aislado, deberíamos rendirnos a los liberales de nuestro tiempo y creer tal vez en su origen místico-egipcio y su inserción por vía de sincretismo. Pero justamente esa es la cuestión, que ningún texto de la Escritura puede ser leído de manera aislada, “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” Y aquí es cuando el evangelismo apologético de la razón hace agua, cuando los silogismos, entimemas y demás aparatos de la lógica no nos permiten ver la luz de la antorcha que alumbra en lugar oscuro. Porque la fe es el punto de partida y toda estructura de interpretación es primariamente un acto de fe. Porque toda aproximación al texto nace de la fe, se mueve por la fe y obra por la fe. Porque la experiencia de la Redención debe preceder a todo modelo y todo sistema debe ser pesado en balanzas de fe y, aunque a muchos no les parezca, especialmente a quienes confunden su vanidad intelectual tras pseudo espiritualidad, la experiencia precede a la razón, y si mi razón es cautiva, es porque mi corazón fue cautivo primero de Cristo, y si hoy miro con escrutinio, es porque primero fui revelado en mis miserias por él, y si hoy levanto algún argumento en defensa de mi fe, es porque primero fui convencido por el argumento de la gracia, por la compasión eterna, por el abrazo inmerecido. Debes clamar como en el Cantar: “Oh si él me besara con los besos de su boca, porque mejores son tus amores que el vino”, tal vez Dios tenga de ti misericordia.
(Cantares 1:2/Isaías 35:1-10/Isaías 5:1-7/2ªPedro 1:19-21)
Selah

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