jueves, 5 de abril de 2018

GRACIAS SEÑOR, PORQUE NO SOY COMO ESTE PUBLICANO



Las normas de cortesía indican que, por un lado, el anfitrión debe hacer sentir bien al huésped y, por el otro, el huésped debe actuar con cortesía. Los protocolos sociales establecen márgenes a partir de los cuales la sociedad puede emitir juicios de valor respecto a las conductas de los individuos. Bien poco le importó al Señor la opinión que de él se construyera cuando tuvo que enfrentar una verdad ineludible; la enseñanza de Escribas, Fariseos e Intérpretes de la Ley. Estos habían hecho creer a muchos que irían al Cielo, pero les habían cerrado la puerta del mismo quedando ellos afuera. Los Intérpretes cerraron la puerta de la Ciencia, por fuera por cierto, y no llevaron a nadie al conocimiento de la Ley. Un Fariseo le ruega a Cristo que cene en su casa. El maestro accede. No se lava las manos. El anfitrión piensa para sí mismo en la irreverencia de Cristo frente a las enseñanzas de los padres. Jesús, no siguiendo modelos de cortesía comienza una intervención:
- Vosotros los fariseos limpiáis lo de afuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad… Ay de vosotros fariseos que diezmáis hasta de las hortalizas, pero pasáis por alto la justicia y el amor de Dios… Ay de vosotros fariseos que amáis las primeras filas y los saludos en las plazas… Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.

Frente a esto un Intérprete interviene (pidiendo cortesía tal vez):
- Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.

El Señor, lejos de disculparse, comienza otra vez:
- Ay de vosotros también, intérpretes de la ley que cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aún con un dedo las tocáis… Ay de vosotros que habéis quitado la llave de la ciencia, vosotros mismo no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.

El evangelio no detalla el término de esa cena, no se especifica quién se puso de pie y se marchó primero, tal vez indignado, solo constata la batahola generada al final a modo de discusión entre escribas, fariseos y Cristo.

¿Cuáles son los protocolos que deben respetarse frente a la urgencia del error? ¿Cuáles son los tiempos adecuado para anunciar una verdad hiriente pero reveladora? ¿Qué debemos esperar para señalar el error de la religiosidad de nuestro tiempo? De seguro el Señor fue considerado quien inició la discusión, la cena se arruinó por eso, pero la satisfacción de la verdad declarada es mayor.
La iglesia de Cristo necesita hoy remover los cimientos del conformismo y la religiosidad, debe cuestionar sus formas aprendidas a la luz de la Escritura, debe aprender a desechar los aparatos humanos construidos para el evangelio, para la predicación, para la enseñanza, para el culto, para las relaciones, etc. Las iglesias hoy se levantan como sepulcros emblanquecidos por los adornos del culto, la tecnología, la música, la decoración, el edificio, las vestimentas y han olvidado las miserias humanas, las luchas simples del hombre, lo que ha atormentado al ser humano desde la caída. Las iglesias se olvidan que quienes las componen no son mejores que el mundo, no se encuentran bajo un alero de santidad formal estable y confiable, sino posicional, que la otra se trabaja, por la otra se lucha y en esa lucha se fracasa. El problema no son las manos sucias, el plato y el vaso sin lavar, sino ese falso concepto de justicia por mérito propio, esa jactancia de pureza, ese dedo que señala el pecado ajeno, sintiéndose mejor que el otro. Han cerrado la puerta de la ciencia y, por lo tanto, del cielo, no entrarán en él y, lamentablemente, han hecho creer a muchos que su camino es el correcto.

No me importa si estás en un plácido descanso o sentado en familia a la mesa. ¡No entrarás al cielo con tu concepto de justicia y a todos a quienes les has hecho creer que son salvos, seguirán tu mismo destino! La única senda que queda es la de la conciencia de miseria propia y la rendición a Cristo por medio de la súplica al Resucitado.
(Lucas 11:37-54/Mateo 23:13)
Selah

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